La torre, lugar del martirio de la santa, simboliza y marca hoy, en amarillo sobre fondo azul, el recorrido de 500 kilómetros de la ruta minera de Santa Bárbara. A ella se encomendaban los mineros antes de descender a la oscuridad de los pozos, conscientes de los riesgos y el sufrimiento. Sin embargo, amaban y sentían la belleza natural y el atractivo espiritual de aquellos lugares, "apegados" a un trabajo duro, a veces inhumano, única esperanza de futuro para sus familias. La mina también empleaba a mujeres y niños, en comedores o en actividades posteriores a la extracción. Cientos de personas vivían en comunidades en los pueblos que surgían alrededor de los pozos y túneles, "islas" autosuficientes en un entorno soberbio y salvaje, con primeros auxilios, escuelas, una farmacia y las capillas, siempre abiertas para recibir las sentidas súplicas al patrón de los mineros.
Caminos de tierra, caminos de carro, caminos de herradura y vías férreas en desuso en las zonas de Sulcis, Iglesiente y Guspinese. Aquí la ruta serpentea, ‘tocando‘ docenas de sitios protegidos por el Parque Geominero de Cerdeña desde Monteponi a Montevecchio hasta Serbariu por nombrar sólo algunos. Los caminos, en el pasado recorridos por los trabajadores, en la actualidad se revitalizan con el paso del camino, que encarna el alma de los territorios atravesados, formados por relieves escarpados ricos en yacimientos con vistas a encantadoras extensiones costeras. En cada una de sus 30 etapas te toparás con ruinas de instalaciones y melancólicos pueblos abandonados, compitiendo con una naturaleza que querría tenerlo todo sobre ellos. Algunas etapas llegan a pueblos que han sido restaurados a una nueva vida, por ejemplo la Aldea Rosas de Narcao o de Ingurtosu en Arbus, oasis de descanso y reflexión para los peregrinos. En estos sitios se puede experimentar la agotadora vida cotidiana de los mineros, penetrando con seguridad en las entrañas de la tierra y, acompañados por guías, recorriendo los túneles excavados en las montañas, donde en el siglo pasado se empujaban a un ritmo frenético las carretas cargadas de mineral.
Gracias a la memoria y el trabajo de los ex mineros, los ‘antiguos caminos mineros‘ se han reabierto para hacer un recorrido en forma de anillo, con Iglesias como punto de partida y llegada. Un camino al mismo tiempo laico y religioso, capaz de infundir una nutrición espiritual que sólo lugares como éste pueden proporcionar. Paso a paso, caminando sobre las rocas más antiguas de Europa, se sumerge en una naturaleza poderosa. Desde las montañas de basalto y granito, cubiertas por bosques de encinas del Marganai, y embellecidas por cuevas espectaculares, como la de San Giovanni en Domusnovas, y por impetuosas cascadas, como la Piscina Irgas, hasta el mar azul cobalto, siguiendo el perfil costero de blancos acantilados. Aquí los arcos de majestuosos ‘templos‘, como la lavandería La Marmora de Nebida, se destacan sobre los acantilados, y escenográficos terraplenes se reflejan en farallones a prueba de like. Sucede en Masua, donde Porto Flavia tiene vista sobre el Pan de Azúcar. Luego, piérdete en las brillantes dunas de arena de Piscinas, donde podrás contemplar interminables y coloridas puestas de sol sobre el mar. Estos escenarios son una reserva de emociones que acompaña a los peregrinos de Santa Bárbara.
A lo largo de la ruta se alternan fascinantes contrastes y saltos en el tiempo: una tierra accidentada y, al mismo tiempo, verde enmarca tanto el patrimonio de la arqueología industrial como el legado de la Cerdeña ancestral, como los nuraghi y las domus de Janas. A una de las ciudades más antiguas del Mediterráneo, originalmente Sulky, hoy Sant'Antioco, rodeada de lagunas y salinas, se contrapone la historia reciente (menos de un siglo) y la arquitectura racionalista de Carbonia. Y de nuevo la contradicción del Sulcis ‘industrializado‘ frente a antiguos pueblos de pescadores, como Portoscuso y Carloforte. Para descubrir estas realidades, basta con un buen entrenamiento de caminante para estar preparado para etapas de un promedio de 16 kilómetros. Sólo queda estudiar las rutas en un mapa y pedir información a la Fundación especializada, que expide credenciales a los senderistas para afrontarlas y los asiste en cada etapa. Se tarda al menos un mes en completar todo el anillo, por lo que el consejo es recorrerlo despacio, en varias etapas, quizá en primavera y otoño, estaciones ideales para disfrutar plenamente de una experiencia que dejará huella.