Un universo subterráneo, camuflado en el paisaje de la campiña sarda. Más de 3500 domus de Janas están diseminadas por toda Cerdeña, expresiones del culto funerario de los pueblos que vivieron hace cinco mil años, y reutilizadas en épocas posteriores. Usando sólo picos de piedra, estas personas excavaban y daban forma a la dura roca para realizar sepulturas hipogeos donde depositaban a los muertos y los "restituían" a la Diosa Madre, una divinidad evidenciada por el descubrimiento de cientos de estatuillas votivas.
El nombre de estas cuevas "artificiales" deriva de la antigua creencia, difundida por las leyendas populares, de que eran las casas de pequeñas hadas, las Janas, que tejían hilos de oro bajo la luz de la luna y velaban por el sueño de los niños. La sacralidad y la ritualidad impulsaron a los hombres prenurágicos a excavar rocas y decorar las "habitaciones" que albergaban a sus seres queridos, que "dormían" en el vientre de la Madre Tierra mientras esperaban el viaje regenerativo al más allá.
Las domus se excavan en rocas aisladas o se agrupan en necrópolis de crestas rocosas. Son de muchos tipos: de fosa, de horno, de sala, con dromos. Muchas se realizaron a semejanza de las casas de los vivos, equipadas con techos de doble vertiente, hogares, columnas, zócalos, pilas y puertas falsas, que simbolizaban el paso a la otra vida. De las miles descubiertas, más de 200 conservan motivos decorativos tallados, grabados y pintados, en su mayoría simbólicos, como cabezas de bovino, cuernos de toro y espirales. Todas las domus de Janas, desde las más sencillas hasta las más sofisticadas, desprenden un encanto de hadas.