Un cuadro nacido de un sueño fantástico. En correspondencia del cabo de Monte Santo, diez millas al norte del puerto de Santa Maria Navarrese, el abrupto y rocoso litoral que, hasta allá, cae a pico sobre el mar desde alturas vertiginosas, como en Perda Longa, retrocede suavemente hacia el interior, en una espectacular ensenada salpicada de blancos guijarros. Su fondo es de una transparencia casi surreal, las aguas turquesas brotan de fuentes kársticas submarinas y rocas de mármol modeladas por la erosión se alzan sobre el mar: un arco natural y la famosa aguja de Monte Caroddi, en forma de pirámide. Con sus 143 metros de altura, la aguja caracteriza esta famosa cala que no puedes perderte durante tu visita a la isla y que, a menudo, es considerada su símbolo. A su alrededor, acantilados impresionantes de 500 m de altura, recubiertos de maquia mediterránea que perfuma todo el aire. A sus espaldas, un bosque de madroños y encinas. La incontaminada y salvaje cala Goloritzé, emblema de Baunei, se encuentra en uno de los tramos de costa del golfo de Orosei donde el mar y la montaña se encuentran en perfecta armonía.
Monumento nacional protegido desde 1995, es la playa más fotografiada de la provincia de Ogliastra, clasificada siempre por los usuarios de TripAdvisor entre las diez playas más bonitas de Italia. La espectacular playa de infinitos guijarros blancos se formó en 1962 tras un desprendimiento de la pared de arenisca. Doscientos metros al norte de la playa principal se encuentra la pequeña playa de los manantiales, llamada así por las fuentes que brotan en medio de los escollos. Hacia el sur, la bahía está bordeada por una pared rocosa en la cual la acción erosiva del mar ha tallado un arco de piedra que se sumerge en el mar. El encantador escenario está vigilado por el guardián del sitio, la grandiosa aguja llamada la Aguja de tramontana, un espolón calcáreo meta de los escaladores de todo el mundo por sus diferentes vías de escalada, siendo la más famosa la Sinfonía de los molinos de viento, abierta por Maurizio Zanolla, apodado Manolo, y Alessandro Gogna. Gracias al eco obtenido por la conquista de la cumbre por parte de los dos famosos alpinistas (1981), la playa se convirtió inmediatamente en una meta de los aficionados a la escalada libre; la playa también es famosa porque en ella nidifica el halcón de Eleonora. Pero la cala Goloritzé no solo atrae a escaladores, sino que también es la patria del senderismo. Es posible llegar a ella caminando por un sendero bien marcado. La ruta empieza en el aparcamiento de su Porteddu, en el altiplano de Golgo, y sigue por unos tres kilómetros y medio por el Supramonte de Baunei con un desnivel de 470 m: se tarda aproximadamente una hora para ir y una hora y medida para volver, al alcance de todos. Esta caminata en medio de la jungla mediterránea queda ampliamente recompensada cuando se llega a una de las playas más hermosas del Mediterráneo, un paraíso todavía virgen. Por mar, el acceso es mucho más fácil ya que existe un servicio de embarcaciones (en grupos) y de alquiler de lanchas neumáticas en los puertos de Arbatax, cala Gonone y Santa Maria Navarrese.
Al norte de cala Goloritzè se halla otra perla del Mediterráneo, también de visita obligada: se trata de cala Mariolu, caracterizada por su playa de arena muy fina mezclada con pequeños cantos rodados de color rosa. Su continuación natural es la cala de los Gabbiani. Siguiendo hacia el norte se encuentra la cala Biriola, que se abre al final de un encantador bosque de encinas centenarias, enebros arraigados en las rocas y maquia mediterránea. El sendero pasa por el acantilado y permite disfrutar de unas magníficas vistas del mar. Si eliges una barca o una lancha neumática, un poco antes de llegar, puedes zambullirte en las piscinas de Venus. Más allá destaca la cala Sisine, un paraíso incontaminado al final de una quebrada que antiguamente era el lecho de un río. Al lado, la cueva del Miracolo, un prodigio de la naturaleza. A mitad, entre los municipios de Baunei y de Dorgali, cala Luna, otro símbolo de Cerdeña, donde se rodó la película Insólita aventura de verano. A tres kilómetros se abren las cuevas del Bue Marino que, en el pasado, eran famosas por la presencia de la foca monje.