La erosión del agua y el viento a lo largo de los milenios ha dado formas extrañas y espectaculares a sus piedras de granito, que parecen casi suspendidas, emblanquecidas por la nieve en invierno, brillantes en todas las tonalidades de verde durante el resto del año. El monte Limbara se eleva imponente en el noreste de la isla, ya apodado por los romanos limes Balares, porque marcaba la frontera entre Gallura, habitada por los corsos, y Monteacuto y parte oriental de Logudoro, habitada por el pueblo "romanizado" de los Balari. El territorio del macizo se divide en cuatro municipios: la vertiente norte y noroeste son de Tempio Pausania, la oriental de Calangianus, la meridional de Berchidda y la suroccidental de Oschiri.
El manto verde varía según la altitud: en las cumbres predominan los arbustos, a media y baja altitud el complejo montañoso está cubierto de arbustos fragantes de matorral mediterráneo. A pesar de los daños incendiarios, en algunos tramos aún prevalece la encina, que en los valles se asocia a arces, acebos, fresnos y tejones (raro en la isla). En otros sectores, se han plantado coníferas en lugar de los "antiguos" bosques de encinas y alcornoques. También notará álamos trémulos y, a lo largo de las vías fluviales, adelfas, alisos negros y sauces. El sotobosque esconde plantas raras, como la grosella de Limbara, la violeta de Córcega y el helecho florido -tres de las 56 especies endémicas del territorio- y se refugian mamíferos como el jabalí, la comadreja, la liebre, la marta, el zorro y dos especies reintroducidas, el gamo y el muflón, símbolos de la fauna sarda. Los picos son sobrevolados por el águila real, 'soberana' de los cielos de Limbara, azor, halcón peregrino, cernícalo y gavilán.
Gran parte del territorio está gestionado por el organismo regional Forestas, que lo ha dividido en dos zonas forestales y ha habilitado diversas rutas de senderismo, cuyos nombres recuerdan las particularidades del monte, algunas de las cuales pueden ser recorridas en bicicleta de montaña. Los nueve kilómetros de la ruta "tafoni" conducen al descubrimiento de rocas graníticas erosionadas por los agentes atmosféricos; "la conexión" atraviesa bosques y lagos artificiales, poblados de aves acuáticas y peces; "animales y plantas" conduce al recinto donde viven los muflones y los ciervos; "el lado sur", desde los picos, se entra en los valles meridionales. El recorrido ‘la cumbre’ de 12 kilómetros atraviesa el jardín de Pavari -con especies vegetales exóticas- y llega a Punta Balistreri, el pico más alto de Limbara (1362 metros), que toma su nombre de un fugitivo de Tempio Pausania que se refugió allí en el siglo XVII: nunca fue encontrado, protegido por montañas. La cumbre se basó primero en las comunicaciones de la OTAN y luego en las de la Fuerza Aérea. Cerca está la iglesia de la Madonna della Neve. ‘La Ruta del Agua' es un recorrido de 30 kilómetros que llega hasta los innumerables manantiales de agua de excelente calidad mineral que salpican las laderas del macizo. Se han estudiado 29 manantiales y fuentes, todas ellas de granito, en perfecta sintonía con el entorno y rodeadas de vegetación. Varios itinerarios específicos con áreas de descanso y pic-nic permiten visitarlas. A su alrededor, las vistas le dejarán sin aliento: desde los valles que rodean el lago Coghinas hasta la costa noroeste.
La montaña forma parte de la historia de la escalada: aquí se realizaron las primeras escaladas en la isla (1921). Existen numerosas vías de escalada clásicas clean (es decir, vías que dejan la roca inalterada) incluso con más de 200 metros de desarrollo. Destaca la subida de Montes Longu, también conocida como la torre de Littaghjesu, una de los más bellos picachos de granito de la isla. El Limbara es el escenario cada año de un evento de fama musical internacional, Time in jazz: el sonido se difunde entre rocas y bosques, sugestivo escenario de expresiones rítmicas. En sus laderas se conserva también el ecomuseo de arte y naturaleza Semida (sendero): el visitante es acompañado al descubrimiento de obras de arte ambientadas en el oasis natural. Mientras que, en el fondo del valle, en las afueras de Berchidda, en la tierra de Vermentino, destaca el museo del vino, así como la enoteca regional: la ruta enológico-etnográfica ilustra los aspectos culturales de la producción de vino en Cerdeña.