El rojo ocre de su fachada se eleva frente a un jardín de césped inglés y altas palmeras y domina el pintoresco centro histórico de Milis, pueblo del campidano oristano, junto con la fachada gótico-catalana de la iglesia parroquial de san Sebastiano. En el espléndido Palacio Boyl se cuidan todos los detalles: en el pasado, todo debía estar perfecto para las visitas de los soberanos sardo-piamonteses y sus prestigiosos invitados. El edificio, joya arquitectónica de las formas neoclásicas piamontesas imperantes, tiene una historia que se remonta a casi mil años. Fue fundado como monasterio -mencionado en los registros patrimoniales de Santa Maria di Bonarcado- del que quedan claras huellas y desde donde probablemente se dirigió el cultivo de los primeros cítricos de Milis, entonces a un centenar de metros. Se convirtió en casa señorial en el siglo XIV y fue totalmente reconstruida en el siglo XVII: la antigua estructura del siglo XIV se incorporó a la nueva.
Hasta las últimas décadas de ese siglo perteneció a la familia Vacca, hasta que una de sus descendientes se casó con el marqués Vittorio Pilo Boyl de Putifigari, ingeniero militar y autor, junto con su hermano Carlo, de las ampliaciones y modernización de la residencia. El edificio debe su nombre a los Boyl, piamonteses emparentados con los Savoia, que conservaron la propiedad hasta 1978. A lo largo de los siglos, el palacio sufrió nuevas transformaciones: la galería de entrada y la fachada neoclásica son las partes más llamativas. En la fachada aparecen ventanas coronadas por ménsulas ligeramente salientes. Las cornisas blancas contrastan con el rojo pompeyano de las paredes. En el centro, ligeramente salientes, hay cuatro pilastras rematadas por capiteles jónicos. En el centro hay un gran portal, sobre el que se ve un balcón de hierro forjado y, más arriba, una terraza mirador. En la cima admirarás cuatro bustos de mármol blanco, alegorías de las estaciones. Un gran reloj blanco embellece aún más el alzado. En el interior, el encanto del viejo mundo permanece intacto: los amplios salones de recepción de la planta baja presentan bellos mosaicos en el suelo y un mobiliario que evoca la nobleza de los marqueses Boyl. En la planta superior podrás admirar el impresionante museo de los trajes típicos y la joyería sardos, una exposición etnográfica de tejidos, ropas y ornamentos que abarca dos siglos de historia. En el patio se ha creado un anfiteatro donde se realizan eventos. Tras la puesta de sol, con las primeras luces de las farolas encendidas y desde las ventanas del museo, verás oscurecerse el cielo azul despejado, la plaza y las palmeras mecidas por el viento: el ambiente te traerá a la memoria a ilustres personalidades que se alojaron aquí. Además de ser la residencia de verano (y ocasional) de los marqueses, el palacio fue residencia ocasional de Alberto La Marmora, de los reyes Carlo Felice y Carlo Alberto, de letrados italianos, como Grazia Deledda y Gabriele D'Annunzio, y extranjeros, entre ellos Honorè de Balzac y el "Valery", bibliotecario del rey de Francia.