Cada uno con su propio estilo, los murales de Orgosolo son fruto de un fermento intelectual todavía vivo, de un territorio culturalmente en ebullición, rebelde y políticamente activo. El centro de la Barbagia permite conocer una Cerdeña antigua y atemporal, rodeada por una naturaleza exuberante e incontaminada. En cada casa, en cada pared, hay un mural: un paseo por las calles del pueblo se transforma en una lectura atenta de las expresivas pinturas realizadas al fresco en cualquier superficie de piedra, acompañada por el tradicional cantu a tenore. Con sus imágenes expresivas y evocadoras, Orgosolo dialoga y crea vínculos con sus habitantes y visitantes.
Con su intensidad e inmediatez, los murales sardos se han usado como un eficaz medio de comunicación. La técnica pictórica de Orgosolo, surgida en el s. XX gracias a la vena artística de un grupo de anarquistas en lucha, fue recuperada durante la Resistencia y se difundió rápidamente entre los pueblos cercanos, logrando un éxito indiscutible. Hoy, la tradición de pintar murales se mantiene en numerosos pueblos de la Barbagia y ha convertido a Orgosolo en un auténtico museo al aire libre de fama internacional.
Centenares de murales colorean las calles de Orgosolo y narran los usos y costumbres, la cultura y el íntimo disentimiento de sus habitantes. La vivacidad de los años sesenta y setenta favoreció el desarrollo de los murales colectivos que, todavía hoy, describen con todo lujo de detalles la vida de los campesinos y las luchas de poder, alternando temas socio-políticos con temas que ilustran la vida cotidiana: mujeres trabajando, hombres a caballo, pastores... El escenario de Orgosolo no tiene edad y merece una visita al menos una vez en la vida.