Mundos de Luna
Entra en los paisajes lunares de Cerdeña, a pie, en bicicleta de montaña, a caballo
Blancos y deslumbrantes al sol, etéreos y suspendidos en el tiempo, los paisajes lunares de Cerdeña parecen sacados de un libro de cuentos. Para recordarnos que estamos en la Tierra, algunos detalles que en alguna parte llaman la atención: una sorprendente floración silvestre, la sombra del vuelo del águila real, el balido de los rebaños a la distancia, el aroma del helicriso. A menudo se encuentran en ambientes difíciles de explorar, hay que estar entrenado y acompañado por guías para llegar a las zonas menos accesibles del Gennargentu, en el Corrasi, entre Nuoro y Oliena y en el Monte Albo, entre Lula y Siniscola, y en sa Giuntura, a lo largo del cañón de Gorropu.
A veces aparecen cuando menos te lo esperas, como el Piano Grande dei Sassi, en el corazón de Gallura entre las crestas del "resegón" de Aggius. Está desprovisto de árboles y lleno de rocas de granito que se remontan a las glaciaciones, erosionadas por el tiempo en las formas más extrañas. Aquí se encuentran, hasta donde alcanza la vista, levantándose aisladas o en grupos, apoyándose unas en otras, balanceándose entre ellas: de ahí el otro nombre del valle, "llanura de las piedras bailarinas". No te detengas en el mirador para fotografiarlas desde lejos, adéntrate en el valle a pie, en bicicleta de montaña y a caballo.
El mar occidental: acantilados blancos de piedra caliza de diez millones de años de antigüedad y ricos en fósiles, esculpen ensenadas lunares. Acompañan los caminos que llevan desde su riu ‘e sa ide hasta la torre española sobre la bahía de Santa Caterina de Pittinuri. Desde allí vuelven a subir hasta Punta Cagaragas, para luego bajar lentamente hacia el monumento natural de s'Archittu.
Ahora ten en cuenta estos nombres menos conocidos, sos Pupos y Cane Malu, los encontrarás subiendo por la costa, a las afueras del pueblo de Bosa, por la carretera provincial hacia Alghero. El camino para hacerlo a pie no es cómodo, pero vale la pena darse un chapuzón en las piscinas naturales revestidas de traquita blanca, un acuario transparente de vida marina que se puede ver a simple vista.
El río subterráneo marca el camino desde Teletottes en Urzulei hasta la playa de Cala Luna. En el camino se pisan guijarros blancos y lisos y cantos rodados sobre el lecho calcáreo de la codula. Como por arte de magia, el río subterráneo vuelve a emerger al final de la garganta y forma un pequeño lago detrás de la playa que parece sacada de una postal, rodeada de cándidas grutas de piedra blanca.
En el Valle de la Luna, en Santa Teresa Gallura, se respira un vago aire de Woodstock, en parte por la comunidad hippie que habita en las pintorescas rocas de granito blanco que se encuentran en el paisaje de Gallura, y en parte por las tertulias de las noches de agosto que acompañan los amaneceres, en las notas que se lanzan a la orilla del mar durante los festivales de jazz y blues, las bandas sonoras de los veranos en Cerdeña.
