Originales y llenos de significado, los trajes y las joyas tradicionales son el legado de las culturas que se han sucedido en Cerdeña: nurágica, fenicia, griega, bizantina y española. Nada de ellas se ha perdido, sino que todas han quedado reflejadas tanto en las costumbres sardas como en sus trajes y joyas. De ejemplos hay muchos, pero citaremos solo algunos. Para empezar, las vivaces y coloreadas cofias que se ponen las mujeres de Desulo en los días de fiesta. Ellas mismas las decoran bordando en miniatura los detalles de su vistoso traje tradicional: dibujos geométricos de color amarillo, rojo y azul, combinados con los adornos realizados según la fantasía de las hábiles y sensibles artistas. Completamente diferentes las mujeres de Tempio Pausania, austeras en su precioso traje tradicional de seda adamascada, todo negro. Despiertan la admiración de todos por la elegancia de su porte. En la cabeza llevan un velo de encaje blanco, sujetado por un broche de filigrana.
Colores y estilos diferentes de un lugar a otro, que reflejan las muchas almas de una isla misteriosa y fascinante. Sin embargo, todos los pueblos se sienten orgullosos de pertenecer a una estirpe atávica que ha transmitido el arte del saber hacer de generación en generación. Así, las mujeres dan color a las telas de sus vestidos con tintes naturales, usando, por ejemplo, el azafrán para el amarillo del pañuelo de seda de Orgosolo o el índigo para el azul de la falda de Bosa. Y dan forma a los fantásticos corpiños y bordan las camisas y los preciosos chales, como los usados en Oliena.
Mientras las mujeres tejen las telas de los vestidos, los hombres crean joyas trenzando finísimos hilos de oro y de plata con minúsculas gotas de metal. La elaboración actual es idéntica a la de las joyas halladas en Karalis, la antigua Cagliari, Nora, Neapolis y Tharros. El arte milenario vive hoy en las joyas tradicionales, como los botones de dos casquetes, inspirados en la forma del seno femenino, que remite al mito de Tanit, diosa fenicia de la fertilidad. Diosas, y también hadas, que vivían en las domus de Janas en medio de los bosques. Se dice que las de Montessu trenzasen hilos de oro para hacer una joya preciosa que hablaba al corazón de las mujeres, el anillo de boda sardo, donado como promesa de matrimonio.
El anillo de boda sardo es una joya apreciada por su valor simbólico y por la belleza de la filigrana, completamente hecha a mano por expertos orfebres. Una obra maestra de precisión y armonía. La forma se obtiene uniendo microesferas que recuerdan los granos de trigo, símbolo de prosperidad para los futuros esposos. A menudo, se acompaña con la manfide. Un anillo que representa dos manos que se mantienen estrechadas, simbolizando la relación conyugal. La refinada elaboración de todas las joyas sardas es fruto de una técnica que se transmite de generación en generación desde hace siglos: desde los collares hasta los pendientes, pasando por las cadenas, las ganceras (cadenas empleadas para abrochar algunos indumentos), los aretes, las agujas, los botones, los amuletos u otros objetos sagrados. Todos adornan los trajes tradicionales, siendo cada uno expresión de una comunidad.