Según las leyendas griegas, fue Aristeo quien introdujo los cultivos en Cerdeña. El héroe se asentó allí por la belleza de la tierra y dio a los dos hijos nombres que recuerdan la agricultura y la viticultura: Kallikarpos, ‘de bellos frutos’ y Charmos, que deriva del semítico krmy (viticultor). De la mitografía a la realidad. Hoy en día es cierto que la vinificación en la isla se remonta al menos al siglo XV a.C.: según arqueólogos, botánicos y químicos, el vino más antiguo del Mediterráneo occidental era el sardo, una especie de cannonau de hace más de tres mil años. La hipótesis se hizo cierta después de analizar, a finales de 2016, los residuos orgánicos de una prensa de piedra encontrada en el pueblo nurágico de monte Zara, cerca de Monastir, a pocos kilómetros de Cagliari La arqueobotánica ha llevado inequívocamente a la presión y procesamiento de las uvas, especialmente las bayas rojas. Se trata de la prensa más antigua del Mediterráneo, testigo de la profunda competencia de la civilización nurágica en el campo de la vinificación. El descubrimiento sitúa la tradición del vino en la Edad Media del Bronce, aunque la exuberante presencia de vitis vinifera sylvestris lleva a la hipótesis de que la domesticación y la enología han evolucionado aún más atrás en el tiempo.
La prensa de Monte Zara es una prueba indiscutible, otras pistas ya apoyaban la hipótesis. El pozo nurágico desa Osa (siglo XV a.C.), en Cabras, fue ‘frigorífico’ natural de semillas de vernaccia y malvasia. Las semillas de la vid son idénticas en los estratos arqueológicos desde el 1400 hasta el 800 a.C.: como resultado, los Nurágicos han cultivado las mismas variedades de uvas durante 600 años. Se encontraron uvas carbonizadas en los pueblos de nuraghe Adoni en Villanovatulo (siglo XII a.C.) y de nuraghe Genna Maria en Villanovaforru y en el asentamiento de Duos Nuraghes en Borore (siglo XIV a.C.). Pólenes de vitis vinifera se encontraron en una cabaña del Bau Nuraxi deTriei (siglo XI a.C.), junto con una jarra y una jofaina de bronce relacionadas menudo con el vino. Los jarrones sardos de la reciente y última Edad de Bronce - cuencos, jarras y palanganas - están todos asociados con rituales ceremoniales y el consumo de bebidas. Los jarrones micénicos importados en Cerdeña,rhyton y kantharos, son también evidencia de consumo de vino, así como una copa de derivación euboica documentada en el nuraghe de sant’Imbenia, en el parque de Porto Conte (Alghero). No sólo se producía y se bebía, sino que también se exportaba: frente a la costa de Malta, de los restos de un barco se sacaron a la luz ánforas de vino, típicas de la producción cerámica de la isla, signo inequívoco de que eran "sardos", utilizados para comerciar con el Mediterráneo Oriental ya en el siglo IX antes de Cristo.
La vocación del vino está profundamente ligada a la historia y a la cultura de Cerdeña, así como a su ambiente. Que el contexto ambiental es y ha sido ideal para las viñas silvestres lo demuestran algunos de los ejemplares más antiguos del mundo, con tamaños de tallo inusuales, como la cepa de Bacu Biladesti en Urzulei, cerca de Genna Silana: 135 centímetros de circunferencia. La viticultura sarda es una historia hecha de la colonización de la tierra y la domesticación de la vid, e incluso antes de territorio apenas antropizado y condiciones favorables para el desarrollo de la vid silvestre, indicador ecológico de la salud del territorio y antepasado de las variedades cultivadas. El cultivo se realizó con independencia de las cepas importadas, pero no hay que descartar que la relación de los sardos con las poblaciones egeas y levantinas desde el siglo XV a.C., haya dado lugar a la llegada de nuevas cepas, como ocurrirá a finales de la Edad Media con las de origen español, incluido el cannonau, que desde entonces ha llegado hasta nuestros días.
Un gran número de cepas silvestres domesticadas en la prehistoria y en la Antigüedad se cultivan todavía hoy en día: son las cepas autóctonas, verdadero genius loci, o más bien características intrínsecas de un entorno y de las costumbres de sus habitantes. La producción vitivinícola que deriva tiene una fuerte identidad, tanto de las cepas incluidas en la producción doc, como nuragus y monica, extendidas en gran parte de la isla, nasco, típica del sur de Cerdeña, nieddera cultivada en torno a Oristano, como de las cepas autóctonas, no muy extendidas, como granatza, difundida en Barbagia, licronaxu, vino blanco del Oristanese, cannonau blanco, típico de Cerdeña centro-oriental, elgirò del Mandrolisai, el caricagiola en Gallura, y la vernaccia de Oristano, única en el mundo, apreciada, entre otros, por escritores como Dante, Boccaccio, Shakespeare y Cervantes. Las cepas autóctonas son excelencias, expresión de territorios, paisaje y cultura. Y también una oportunidad de vivir una experiencia auténtica, a través de itinerarios que enriquecen el patrimonio de conocimientos milenarios. Su unicidad se traduce en singularidad de sabores y sensaciones.