"Tienes los ojos azules, los pies y las manos que parecen cunas: sí, en verdad santa, las cunas de alcornoques, colgados con cuerdas de pelo a las vigas de las casas de Onanì, son más pequeñas que tus manos". De "Colpi di scure" de Grazia Deledda. El pequeño burgo de Onanì, recordado en esta espléndida cita de Grazia Deledda, se erige en plena calle entre Bitti y Lula, en una zona de colinas cubierta por vegetación mediterránea y bosques de melojos. Cerca se extienden los saltos de Mamone, lugar de nidificación del águila real, y la zona atravesada por el río Riu Mannu con sus verdes prados en los que crecen cardos y férulas. El territorio de Onanì fue poblado desde la antigüedad, como muestra la presencia del monumento nurágico Santu Pedru en los márgenes del pueblo. Seguramente fue sede de culto en el periodo bizantino, cuando se desarrolló la devoción por Santa Elena, San Gavino y los Santos Cosma y Damiano, a los que se les dedicaron también pequeñas iglesias. En el Medioevo formó parte de la curadoría de Bitti bajo el dominio de Torres. Bajo la dominación aragonesa Onanì se transformó en feudo, y en el siglo XVII formó parte del marquesado de Orani. En el centro del pueblo, antiguamente ubicado al oeste en la iglesia de San Pedro, se pueden admirar los bellísimos murales realizados por el pintor Pietro Asproni y algunos alumnos de la Academia de Brera evocando la vida cotidiana y los eventos que surgen de la historia del pueblo.
En el centro histórico se puede visitar la iglesia parroquial dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, edificada a finales del siglo XVIII, y la Iglesia de la Virgen de Loreto, precedente parroquial, del siglo XIV, con la intención de satisfacer las exigencias religiosas de una comunidad numerosa. Una verdadera joya del pueblo es la pequeña iglesia de San Pedro, que data de mediados del siglo XI. Surge en los márgenes del poblado, dominando la vía que lleva a Bitti. El principal motivo de atracción, además de su ubicación llamativa a una pequeña altura, es el material con el que se realizó: el granito, utilizado por muy pocas iglesias sardas, y el exquisito material para la cubierta. La simple fachada románica, sin decoraciones, está terminada con un pequeño campanario de vela y se abre hacia el interior con una apertura en cruz que es idéntica en la parte posterior sobre el ábside. Cerca de la iglesia se levanta el monumento nurágico de Santu Pretu, en parte derruido, testimonio del primer asentamiento humano. Los alrededores de Onanì también ofrecen la posibilidad de bonitas excursiones entre pequeñas iglesias y lugares arqueológicos. Están en óptimo estado de conservación las pequeñas iglesias de San Francisco, San Bachisio en el valle del Riu Mannu, Santa Elena, y la dedicada a los Santos Cosma y Damiano, cuyos cultos datan ciertamente de la época bizantina.
Abundan los monumentos nurágicos cerca de esta zona (Salamite, S'Ena, con las cercanas domus de janas, Sorastru, Collovras y Nuragheddu) y merecen una visita las tumbas de gigantes de San Bachisio y Tanca Pettorale. En Onanì destacan los productos típicos de la artesanía local, realizados en madera y hierro, así como los suculentos platos y panes, como el característico pan carasau. Es famosa la devoción por los Santos venerados en el pueblo, manifestado con grandes fiestas durante el año. El 16 y 17 de enero se encienden los fuegos por San Antonio Abate, en mayo se celebra San Bachisio con una fiesta campestre característica, y el 17 de octubre se celebra San Francisco.