Cerdeña tiene una historia milenaria, ilustrada por los testimonios arqueológicos diseminados en todo el territorio. Los ejemplos de la prehistoria de la isla son innumerables: menhires, dólmenes, domus de Janas, pozos sagrados, tumbas de gigantes y un sinfín de complejos nurágicos. Grandes piedras que esconden secretos desde hace cuatro mil años. Construcciones, a menudo intactas, de las primeras civilizaciones que existieron en Europa, sitios únicos en el mundo, un patrimonio por descubrir y vivir: he aquí la Stonehenge del Mediterráneo.
Ojos para admirar y alma para entender. Es la sensación inmediata ante la majestuosidad de los restos prehistóricos sardos. Monumentos megalíticos, piedras que hablan de la prehistoria y de sus protagonistas, vestigios que identifican pueblos y creencias. Quien recorra la isla visitando sus sitios arqueológicos descubrirá un pasado rico y diverso, que ha legado magníficas huellas. Son lugares sugestivos y llenos de encanto, por recorrer a pie o en dos ruedas, en contacto con la naturaleza y la historia.
Una jornada en Cerdeña es como hojear las páginas de un grueso libro de arqueología: te encuentras con sitios y complejos entre los más importantes del mundo. La zona que, sin duda alguna, merece más el título de Stonehenge sarda, es la de Pranu Muttedu. En ella se encuentran las Perdas Fittas, los vestigios mejor conservados de la civilización neolítica. Se trata de bloques más o menos numerosos de estructuras megalíticas, que se alzan en medio de la naturaleza. Cada sitio tiene su leyenda, que se pierde en el tiempo. Como la que se explica acerca de las domus de Janas en la Barbagia, que nos habla de hadas y de brujas.
Más de siete mil torres de piedra y muchas más que todavía pueden salir a la luz. Exactamente, una cada tres kilómetros cuadrados. Probablemente, los nuragas, símbolo de la isla, eran el centro de la vida social de una civilización que floreció a principios de la Edad de Bronce (mediados del segundo milenio a. C) y llegó hasta la Edad de Hierro (s. IX a. C.) y que se distinguió de todas las otras culturas del Mediterráneo. En algunas áreas, como en el valle de las Nuragas (en la zona de Logudoro) hay treinta ejemplares, uno al lado de otro, separados apenas unos centenares de metros. El de Barumini, su Nuraxi, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.