En el centro de la isla hay un macizo montañoso, recubierto de bosques seculares, reino del águila real y del muflón, triunfo de la naturaleza en un territorio salvaje e incontaminado: el Gennargentu. En primavera, sus prados se colorean de sa rosa ‘e monte, la peonía, que en la Antigüedad era la única flor que se abría en el Olimpo. En primavera, cuando florece el tomillo, el aire se inunda con su profundo olor. Recorriendo sus numerosos senderos podrás descubrir unos paisajes extraordinarios: sube a punta La Marmora que, con sus 1834 m, es la montaña más alta de Cerdeña. El Gennargentu es pura magia en invierno, cuando la nieve cubre los tejados y el paisaje parece quedarse inmóvil. En Fonni encontrarás los remontes para subir a los montes Bruncu Spina y Spada.
Si deseas conocer a fondo Cerdeña, explora sus pueblos, joyas incrustadas en la montaña, rodeados por los bosques más antiguos de la isla, sumérgete en sus tradiciones, prueba su cocina, déjate invitar por los lugareños. Vivirás una experiencia inolvidable. Los productos de la montaña tienen sabores únicos: por ejemplo, en Desulo, las castañas, los jamones y la famosa carapigna, un granizado que antiguamente se preparaba con la nieve de las montañas; en Tonara, el delicioso turrón de avellanas, almendras, nueces y miel local. La antigua cultura de estos lugares se manifiesta en sus tradiciones. Todavía verás mujeres con los vistosos trajes tradicionales y jóvenes con joyas maravillosas, como el anillo de boda sardo, que se hereda de generación en generación. Los jóvenes se desafían combatiendo en s’istrumpa, la versión sarda de la antigua lucha greco-romana, que ha hecho famoso el pueblo de Ollolai. Otras veces el desafío no es físico, sino intelectual, con las rimas improvisadas de la poesía sarda, acompañadas por el coro del cantu a tenore. Son muchas las poesías que expresan el alma del Gennargentu: dos de los mayores poetas sardos son Antioco Giuseppe Casula, conocido como Montanaru, nacido en Desulo, y Peppino Mereu, originario de Tonara, que escribió muchas poesías que después se han convertido en canciones, como Nanneddu Meu, su Testamentu y Galusè, tributo a la esencia misma de estos lugares: la pureza de las aguas.