Decenas de fortalezas fueron construidas en defensa de sus dominios en la Isla por los Jueces, los pisanos, los genoveses, los aragoneses, los Malaspina y los Doria, de las cuales el Castillo de Burgos es el más rico en recuerdos históricos y relatos legendarios. Toma su nombre del bonito pueblo que se levanta a sus pies, pero también es conocido como el Castillo Goceano, un territorio histórico que la fortaleza domina desde una altura de 650 metros. Enrocado en un acantilado en las laderas del monte Rasu, completamente aislado y visible desde lejos, prácticamente inexpugnable, antaño controlaba el territorio. Hoy emana un encanto ligado a la Edad Media sarda, a la vida cortesana y las batallas, los asesinos y las traiciones, los nobles y los soberanos, las mujeres encantadoras y los bandidos sin escrúpulos.
La majestuosa estructura fue construida hacia 1134 a instancias de Gonario I de Torres. Consiste en un triple recinto amurallado en forma de "U", realizado con bloques de granito y piedra, revestidos de ladrillos y compactados con mortero. En el centro del patio se alza la torre de dos plantas, cuadrada y maciza, de 16 metros de altura. No tiene almenas ni estantes. En el patio se encuentra la entrada a un compartimiento subterráneo, una gran cisterna enlucida y girada en barril, destinada a las aguas pluviales. Al norte de la torre se ven los restos de una serie de ambientes, probablemente habitaciones para las tropas y la servidumbre.
Siempre se consideró una de las mansiones mejor protegidas. Tan cierto era esto que en 1194, durante la rivalidad entre los jueces Guglielmo de Cagliari y Costantino de Torres, este último refugió allí a su esposa Prunisenda, dejando sólo una pequeña guardia para guarnecerla. Guglielmo con gran parte de la caballería sorprendió y atacó las filas dispersas cerca de las termas de Benetutti. Tomó el castillo y encarceló a la reina, a la que violó y llevó a otra fortaleza donde murió. Cuentan los antiguos narradores que el alma de Guglielmo vaga de noche entre las ruinas de la fortaleza, perseguida por bandadas de pájaros e invocando el perdón de la reina. En 1233, la fortaleza fue escenario de otro delito. Allí se había retirado Barisone de Torres, a quien Ubaldo Visconti, deseoso del juzgado, había hecho matar por sicarios. La viuda Adelasia, mujer de rara belleza, fue a casarse con Enzo, hijo del emperador Federico II, para que éste pudiera ostentar el título de rey de Cerdeña. Adelasia, abandonada por su nuevo marido tomado prisionero, se retiró voluntariamente al castillo, donde murió en 1259. Fue la última jueza de Torres y, según los cuentos populares, en las noches de luna llena deambula entre los torreones, contemplando las tierras que recorría en su caballo junto a Ubaldo.
El último acontecimiento se remonta a 1478: Antaldo d'Alagon y el vizconde de Sanluri se refugiaron allí en dos ocasiones, primero tras perder la batalla de Mores, y luego tras la aún más dura derrota de Macomer. Antes de rendirse por completo, resistieron el asedio aragonés dentro de la fortaleza durante más de un año. Poco después, el castillo fue abandonado y, aunque en 1516 todavía se describía como en buen estado, el trabajo del tiempo pudo con él: en 1901, las fuentes hablan de una ruina. Hoy, cuando al amanecer y al atardecer un velo dorado de polvo se espesa alrededor de las murallas, reviven en la memoria glorias y leyendas.